Existen escultores que dominan la piedra como si de mantequilla se tratase, transformándola hasta lograr la forma deseada; así como el hierro, mármol u otro material. También hay pintores que trazan sus obras hasta lograr dar vida y sentimiento a sus lienzos, despertando en el espectador diferentes estados de ánimo o haciéndoles reflexionar. Pero cuando hablamos del arte de Pepi Sánchez, sin duda, resulta difícil etiquetarlo.
Nacida enSevillaen 1930, a los nueve años despertó su afición por el arte, formándose en la Escuela Santa Isabel de Hungría, en Sevilla; siendo una auténtica pionera del arte moderno, se decantó por la rama del surrealismo, siendo la primera mujer en Sevilla.
Pero lo más impresionante de esta artista es, sin duda, sus “piedras”. Mientras uno camina por la playa o cualquier otro lugar, se cruza a su paso numerosas piedras a las cuales no da la menor importancia que la que tienen; pero Pepi Sánchez las examina y escoge las “más favorables” para su labor. Con delicadeza y sobrante imaginación, va pintando la superficie pétrea, evocando un mundo imaginario en ella; haciendo buen uso de su forma natural, aprovechando los entrantes y salientes para lograr volúmenes en los cuerpos y formas que sobre ella realiza. Como resultado, vemos como de un abultamiento emerge la cabeza de un dragón, o como de un caprichoso relieve surgen personajes reales o mitológicas. Lo que más interesante hace a estas rocas artísticas es que ninguna de ellas ha sido manipulada, sino que las formas caprichosas que Pepi Sánchez utiliza para evocar sus mundos oníricos son totalmente tallas por la madre naturaleza; lo cual tiene un mayor esfuerzo y por ello merece el doble reconocimiento.
El 5 de marzo de este año Pepi Sánchez nos dijo adiós a la edad de 82 años; pero su mundo sigue vivo y presente a día de hoy.